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Desde mi punto de vista, y basándome principalmente en los avances científicos llevados a cabo hasta la fecha, la vida extraterrestre es algo que todos deberíamos asumir tarde o temprano dada la historia de nuestro planeta. Nosotros, la única forma de vida en el universo, cuyas leyes descubrimos hace apenas cuatro décadas? Demasiado rebuscado. Según la mayoría de teorías sobre el origen de la vida en la Tierra, como la panspermia o el caldo primordial, última de las cuales me resulta más iniciática y quizás no tan probable, pero sí prometedora, existe un hecho que hasta la fecha pocos han tenido el valor de negar: la vida es extremadamente rara. Durante las pasadas décadas, astrónomos han tratado de ponerse en contacto con planetas de los sistemas más próximos que se encuentran en la zona habitable de sus estrellas. Alfa Centauri contiene uno de estos planetas; pero hasta la fecha, nada ha sido detectado. En este punto, la mayoría de personas podrían pensar “de acuerdo, pero probablemente su tecnología sea igual de avanzada como la nuestra y por ello seamos incapaces de comunicarnos”. Error! La mayoría de civilizaciones alienígenas consideradas como “inteligentes” deberían disponer de una tecnología tan distante de la nuestra que probablemente nosotros seríamos incapaces de entender las meras razones por las que han alcanzado ese grado de desarrollo de una manera determinada.
Sin embargo, todavía no hemos visto nada; ni ruinas de antiguas guerras galácticas, ni sistemas solares brillando con la intensidad de una supernova.
Entonces, por qué es esto así? La respuesta es la misma con la que comenzamos: la vida es algo extremadamente bizarro y complicado de crear. Esto nos deja en una situación en la que sólo podemos deducir que si hay vida en nuestra galaxia y otras galaxias cercanas (donde más lejos hemos podido explorar con precisión), únicamente serían de tipo 1 o 2 en la escala de Kardashev, dejándonos espacio para quizá compartirlo con nuestros vecinos. Cabe la posibilidad de que todo sea una simulación: probablemente incluso nosotros seamos capaces de crear algo similar a lo que llamamos “universo” e iniciar un nuevo ciclo de vida en uno de sus sistemas planetarios, gracias a un poder de computación en auge que va creciendo exponencialmente.
Ya a parte de las teorías conspirativas, resulta chocante que todavía no hayamos visto a nadie más. De todas maneras, solo hemos empezado a buscar.
Desde un punto de vista religioso, la película nos muestra un fuerte contraste entre Palmer Joss y Ellie Arroway (la protagonista) quienes tienen ideas muy distintas acerca de Dios. Por un lado Arroway, atea convencida, niega la existencia De Dios (probablemente por herencia familiar y eventos trágicos durante su juventud, como la muerte de su padre) y dedica su vida plenamente a estudiar el cosmos. Por otro, Palmer Joss, filósofo cristiano a quien Arroway conoció en Puerto Rico durante su investigación allí y con quien tuvo un romance amoroso, afirma haber visto a Dios. Esta experiencia divina afirmada por Joss no es para Arroway más que algo que una parte de su cuerpo necesitaba, negando así la trascendencia de los hechos narrados y reduciéndolos a una simple anécdota. A diferencia de esto, Joss compara su fe en Dios con el amor de Arroway por su difunto padre; ambas creencias con un profundo significado sentimental para cada uno, pero imposibles de probar empíricamente.
Además de dicho contraste de creencias, la religión también juega un papel crucial en la elección del tripulante de la cápsula espacial, quien según el gobierno debía creer en Dios puesto que dicha fe es una parte esencial de la cultura global a la que se encuentran adscritos todos los seres humanos, bien sea como creyentes o como ateos; es un pilar esencial de nuestra civilización. Como consecuencia de esto, Arroway, candidata para viajar, finalmente no es elegida y ocupa su puesto Drumlin, quien sí cree en Dios. Sin embargo, y tras un atentado contra la nave original, Arroway consigue viajar en otra construida de manera secreta en Hokkaido, Japón, y entabla contacto con los alienígenas.
Finalmente, pero no menos importante, cabe resaltar el ateísmo del astrólogo y autor del libro que inspiró la realización de la película Carl Sagan, quien probablemente decidió incluir en la historia este tema tan controversial que a mi parecer le añade a la trama un punto de conflicto entre humanos infaltable en un evento tan importante como el descubrimiento de vida alienígena.
Personalmente, opino que ni la ciencia tiene qué decir acerca de la religión ni la religión tiene qué decir acerca de la ciencia. Ambas han sido probadas como dos enunciados de la realidad completamente distintos; una de ellas como la prueba experiencial del lugar en el que vivimos, y la otra como una interpretación de la realidad que lleva existiendo desde hace miles de años. Sutilmente arcaica? Supongo que sí. Pero no por ello sea una mentira en toda su integridad. El concepto de Dios es algo que los seres humanos llevamos vaticinando desde que tenemos uso de razón, y no me cabe ninguna duda sobre que de una forma u otra, existe un ser (o quizá seres) para quien nosotros somos ridículamente simples, pero que a pesar de ello dieron lugar a nuestro universo.
Tras haberme documentado, opino que es una interesante propuesta que nos ha ayudado a todos en algún momento de nuestra trayectoria vital. La elección de lo sencillo frente a lo complejo puede asignarse a aquello que se nos lleva diciendo desde nuestra infancia: “menos es más”. Atendiendo a su interpretación religiosa, la navaja de Ockham resulta ciertamente favorable a la fe frente a la ciencia, dada su defensa de la mayor simplicidad conceptual. Desde el punto de vista científico, el principio de parsimonia es aplicable en ámbitos como la investigación de la regresión lineal múltiple y sus modelos anexos, mediante la observación y selección de la varianza residual, la multicolinealidad y la capacidad de predicción, además de otros muchos.
A pesar de la amplia variedad de ramas técnicas y lógicas que pueden tomar la parsimonia como principio, desde el comienzo queda bastante bien definido que la ciencia como disciplina posee una cantidad de axiomas mucho mayor y más compleja que otras, refiriéndonos así a la religión. Por lo tanto, y de acuerdo con su inferior cifra de entidades y complejidad, podemos afirmar que la existencia de Dios puede ser demostrada o interpretada mediante el empleo de esta teoría, al menos sobre otras doctrinas.
En lo que a la humanidad respecta, la religión es indudablemente un elemento clave de nuestra civilización. Gracias a ella, enormes comunidades que parecían radicalmente divididas llegaron a unirse y convivir pacíficamente; gracias a ella, había lugares exentos de violencia durante las guerras, donde los soldados podían refugiarse; y gracias a ella, el Apocalipsis aún no ha tenido lugar; nos ha permitido mantener un cierto orden. Por supuesto, también ha tenido lados negativos: durante la Edad Moderna en España (y otras naciones), la Inquisición fue responsable de la muerte de casi 300000 personas o “herejes”, como gustaba denominar la ortodoxia de la época. Numerosos han sido los casos de abusos, violaciones e incontables delitos en que se ha visto envuelta la Iglesia desde su creación.
Por estos motivos, debería ser religiosa la persona que estableciese un primer contacto con la vida extraterrestre? No. Y la razón no se trata de ninguna de las negativas previamente mencionadas, sino de que el hecho de obligar al intercomunicador a seguir una doctrina no demostraría más que la carencia de libertad a la que están sometidos los habitantes de su planeta, algo que sería rápida y fugazmente captado por cualquier especie con una inteligencia superior a la nuestra, a pesar de que tratásemos de esconderlo. Ni que decir tiene, la represión no es algo bien visto en la Tierra, y su estado en contra del desarrollo probablemente tampoco sería bien apreciado por extraterrestres. Eso sí, quien entablase un primer signo de vida con ellos debería ser vasto conocedor de la religión como historia, disciplina y forma de vida, puesto que al fin y al cabo ha sido y sigue siendo uno de
los ejes más relevantes de cualquier cultura humana.
Por mí mismo, pienso que la incredulidad hacia un concepto aparentemente abstracto sin aval científico puede resultar complejo de creer para cualquier tipo de persona, ya se trate de una persona confesional o laica. A día de hoy, la ciencia está por todas partes, y no parece faltar en ningún sitio. Todo aquello que trata de demostrar, lo hace con éxito. Qué demuestra la religión, cuyos principios defensores del cuidado De Dios sobre la humanidad, desacreditados por los innumerables conflictos que tienen lugar sobre la faz de la Tierra a cada momento, son justificados con la premisa de “Dios nos ha hecho libres”? Desde el primer momento, podemos suponer que nada cierto. Entonces, si alguien con escasa formación científica ya no cree en la doctrina, de qué manera pretendemos que una experta en el campo lo haga? Innegablemente, no es de cuestionar que la joven Arroway tenga tantas preguntas, si lo que pregunta no es más que una conjunción de creencias por ahora indemostrables. Desde mi punto de vista, deberíamos aceptar que la religión es algo cierto, pero probablemente maquillado de tal manera para que nuestros antecesores de hace 2000 años fuesen capaces de comprenderla que a ojos de un ser humano contemporáneo resulta, como no, obsoleta. Hemos de darle una nueva forma a ese ente infinitamente superior a nosotros, alimentar con principios actuales la existencia de alguien cuya existencia no pondría en duda bajo ninguna de las extorsiones.
A mi parecer, es un razonamiento similar pero no del todo válido. El cuerpo humano no es más que una simple máquina en la que una serie de eventos químicos se desarrollan para dar lugar a sentimientos, personalidades, estados de ánimo y formas de pensar. De nuevo, la ciencia ha logrado demostrar una serie de principios que atribuidos a lo irracional, no podían ser explicados de ninguna otra manera hasta hace unos años. En qué se diferencia nuestro cuerpo en el de un puerco? Como mucho, en la estructura anatómica y en el desarrollo cognitivo, lo cual le impide razonar de forma tan crítica como nosotros. Entonces, dentro de unos 10 millones de años, podrán ir los cerdos al cielo? Hasta la fecha de hoy, esta no es una afirmación religiosa, al menos Cristiana.
La intención de Palmer era, por supuesto, buena, dispuesta a aportar una explicación que resolviese el conflicto entre empirismo y racionalidad en la mente de Arroway. Sin embargo, ambas premisas difieren en un punto clave para poder ser comparadas: una de ellas ya ha sido demostrada, pero la otra permanece hasta el día de hoy como una de las más pragmáticas incógnitas de la historia de nuestra especie.
Durante el segundo que pasó para los encargados de monitorear la misión en Tierra, fueron grabadas dieciocho horas de ruido blanco, a pesar de la afirmación de Arroway sobre la realidad de su viaje y conversación con un alien. Esta experiencia propia de un sueño (en el que también tiene lugar un desfase temporal dependiendo de la ocasión), no hace dudar a Ellie sobre la veracidad de su experiencia, pero el regreso a la Tierra le impide saber qué ha ocurrido exactamente. Ciertamente, este evento puede ser relacionado con la experiencia mística, una de las bases establecidas como explicación o demostración física de la existencia De Dios, dada su interacción empírica con nosotros los humanos. Y cuál es la manera más convencional para definir experiencia mística? Exacto: milagro. La película trata de vincular el viaje de Arroway con lo que el cristianismo conoce como milagro, y personalmente no encuentro fallas en esa lógica. Si hay algo que diferencia a los milagros de las vivencias cotidianas, es la perplejidad con la que siempre han quedado aquellos que han tenido la fortuna de experimentarlas, y su incapacidad para expresar lo que han sentido realmente; lo único que pueden declarar es una sucesión de eventos, habitualmente dentro de lo común, pero donde elementos inexplicables a ojos de la razón humana se convierten en protagonistas de la escena.
Regresando al largometraje, estas dieciocho horas pudieron suponer para Arroway una descontextualización de lo que ella consideraba habitual (además de la relevancia histórica del momento), causa por la cual el mundo que llevaba habitando toda su vida se vio por un instante desmoronado. Así pues, la vivencia en carne propia de un acontecimiento que escapaba los límites de su comprensión probablemente le hizo replantearse si lo que le había dicho Palmer Joss acerca de la veracidad del cristianismo era cierto, llegando a la conclusión de que si aquello había sido posible, la religión no tenía por qué no serlo. Otro motivo de fuerza mayor que pudo haberle llevado a abandonar su agnosticismo es la aparición del alienígena en forma de su padre, aludiendo así al Paraíso (o Cielo) donde son enviadas las almas tras la muerte de las vísceras. Este debió ser con certeza el más convincente para ella, dado que la existencia de una civilización poseedora de un registro casi perfecto de cada uno de los individuos de nuestra especie es un concepto que ni nuestra imaginación ha sido capaz de conjurar.
En conclusión, y como respuesta a la pregunta planteada, sí, Ellie Arroway llegó a replantearse y probablemente borrar del mapa su agnosticismo; y sí, el acaecimiento de un hecho de ese calibre es la prueba más precisa de que la religión constituye una realidad más en nuestro universo.
Por mi parte, pienso que el extraterrestre reafirmó una de las más acertadas verdades de nuestra condición humana. Somos soñadores; conflictivos; impulsivos; violentos por naturaleza. Sin embargo, de esta efusiva combinación nace una necesidad clave para la supervivencia, si bien algunos serían capaces de hacerlo por ellos mismos, la gran mayoría de nosotros requiere de algo para seguir existiendo: la convivencia. Vivir sin interaccionar con los demás es comparable a tratar de llenar el océano vertiendo en él vasos de agua; una idea un tanto insensible y carente de fundamento. Por este motivo, al cabo del tiempo nos (nosotros y todas las especies animales) hemos acabado organizando en torno a comunidades colectivas, lo cual ha dado lugar a lo que conocemos hoy con el nombre de civilización. Por supuesto, no ha resultado ser una tarea fácil; nuestra sed de poder y sangre ha causado y sigue causando estragos en todo el mundo, pero que cada vez son más sencillos de eliminar a raíz de nuestra continua evolución como especie. Y aquí, la religión ha jugado un papel fundamental: a pesar de las frecuentes injusticias cometidas en el pasado, el hecho de creer en un ser superior que nos une a todos como iguales nos ha ayudado enormemente a estructurar la sociedad de manera productiva, justa y eficaz para dar lugar a una forma de vida que pertenece, al menos por ahora, estable para los afortunados que hemos nacido junto con ella.
Sin duda, un enunciado de lo más sensato.
Desde mi punto de vista, uno de los aspectos claves del largometraje es la formalización del futuro en un presente de hace apenas unos años, y la rigurosidad y precisión con que se trata la faceta científica de la trama.
Cuando el ser humano llegó por primera vez a la Luna el 20 de julio de 1969, se desencadenó una serie de predicciones según las cuales a día de hoy ya se habrían fundado diversas colonias en Marte, y nuestro avance científico tecnológico se encontraría en su punto más álgido, siguiendo principios que entonces seríamos incapaces de comprender. Y desde el 7 de diciembre de 1972, nadie más ha vuelto a visitar nuestro satélite ni ningún otro. De esta manera han pasado casi 5 décadas durante las cuales se ha invertido únicamente (en términos de viajes tripulados al espacio) en la Estación Espacial Internacional y algún que otro capricho de los grandes magnates de compañías aeroespaciales.
De modo que las salidas al espacio se han limitado exclusivamente a una altura de 400 kilómetros sobre la superficie terrestre. Pero… qué ha ocurrido mientras tanto aquí abajo?
No podemos negar que el progreso logrado ha sido altamente notable; sin embargo, no se han alcanzado las expectativas esperadas desde hace medio siglo. Además, gran parte de este progreso ha sido llevado a cabo por empresas privadas como Spacex o Blue Origin, con la primera de las cuales la NASA no ha dudado en colaborar.
Es entonces esta película un reflejo de los anhelos galácticos del pasado? Podríamos llegar a considerarla así. Previo al descubrimiento de las ondas de radio procedentes de Vega, Ellie Arroway no era nadie para el mundo de la ciencia; simplemente una amante del mismo. La tecnología empleada estaba acorde con los estándares de la época, y no se podía apreciar nada que demostrase lo contrario. En cambio, al momento de detectar “los posibles primeros signos de vida alienígena”, se produjo un giro drástico de los acontecimientos. El mensaje fue descubierto y tras un tiempo descifrado, y en menos de unos meses la protagonista se encontraba viajando en una cápsula a través de un agujero de gusano en busca de sus creadores. Apenas de un momento para otro en la historia de la humanidad, se consiguió emplear un medio de transporte que a día de hoy sigue siendo sólo una posible realidad dentro del mundo de la relatividad. Es más, sin la extraordinaria curiosidad de Einstein los agujeros de gusano sólo se pasarían por la cabeza de maniáticos y herejes. Se trata, sin duda, de una de las más interesantes y emocionantes posibilidades en este universo; una pena que todavía no hayamos sido capaces de hallar ninguno.
De esta manera, la película desmonta en apenas unos minutos todo lo que conocemos como realidad y nos traslada a una instancia paralela de la misma donde queda patente que lo imposible es, definitivamente, una imaginación nuestra.
Esta prueba de la aleatoriedad e infinitos medios que rodean nuestra existencia nos hace reflexionar acerca de lo rápido que puede cambiar todo; de un momento para otro, un evento inesperado es capaz de marcar un punto de inflexión en nuestra manera de contemplar las cosas. Y esto mismo también puede ser aplicado al contexto personal: una irrelevante pero mala decisión puede tornarse en la eterna perdición de cualquiera.
En definitiva, la concepción del universo de posibilidades que se abre ante nosotros es una idea asombrosa y emocionante. Sin embargo, nuestro poder seguirá siendo siempre limitado. Pero a pesar de ello, la imaginación no dejará de serlo. Este infinito océano de azares permanecerá aquí después de que toda forma de vida en la Tierra se haya extinguido, y cobrando cada vez más y más fuerza.