No, el infierno y los demonios no están en el fondo del abismo de la tierra sino en el corazón del hombre, inclusive del más virtuoso y del más justo
«Dios y el hombre juntos obran grandes cosas. Sin el hombre, Dios no tendría en esta tierra una mente que se reflejara inteligentemente sobre sus criaturas y que explorara con audacia y terror su sabiduría todopoderosa; no tendría en esta tierra un corazón que sufriera por inquietudes que no son las suyas y que se obstinara en fabricar virtudes y angustias que Dios rehusó, olvidó o temió crear. Sopló, por tanto, sobre el hombre y le infundió la fuerza y la osadía necesarias para continuar la creación… E inversamente, sin Dios, el hombre, desarmado como está cuando nace, habría sucumbido al hambre, al miedo o al frío; y en el caso de que hubiera escapado a estos peligros, se arrastraría como una babosa, a mitad de camino entre el león y el piojo. Y si, tras una lucha incesante, lograra mantenerse erguido sobre sus patas traseras, jamás podría liberarse del abrazo cálido y tierno de su madre la mona…», pensaba Jesús, y aquel día sentía por primera vez intensamente que Dios y el hombre se confunden.
El tiempo hace madurar todas las cosas. Si el hombre tiene tiempo, puede trabajar el barro humano de que está hecho y transformarlo en espíritu. Entonces ya no teme la muerte. Pero si no tiene tiempo, el hombre se pierde…
Me burlo de las verdades y de las mentiras, de haberte o de no haberte visto, de que hayas sido crucificado o no lo hayas sido. A fuerza de obstinación, pasión y fe forjo la verdad. No me esfuerzo por encontrarla; la fabrico. Y la fabrico más alta que la estatura del hombre, con lo cual elevo al hombre.